NACIONALISMO Y LIBERALISMO EN LA EUROPA DEL SIGLO XIX.
La Restauración. El liberalismo y el nacionalismo. Las revoluciones burguesas.
INTRODUCCIÓN.
La Europa de la Restauración.
1. EL LIBERALISMO.
El liberalismo europeo continental después de 1815.
1.1. LOS ORÍGENES DEL LIBERALISMO DEL XIX.
1.2. SIGNIFICADOS DEL CONCEPTO LIBERALISMO.
1.3. TIPOLOGÍAS DEL LIBERALISMO.
2. EL NACIONALISMO.
2.1. LOS ORÍGENES DEL NACIONALISMO.
2.2. SIGNIFICADOS DEL CONCEPTO NACIONALISMO.
2.3. TIPOLOGÍA DE LOS NACIONALISMOS.
Un nacionalismo liberal y revolucionario.
Un nacionalismo conservador.
3. LAS REVOLUCIONES BURGUESAS DE 1820-1823, 1830 Y 1848.
3.1. LAS REVOLUCIONES DE 1820-1823.
La revolución de 1820 en España.
Las repercusiones en Europa.
3.2. LAS REVOLUCIONes DE 1830.
La revolución de 1830 en Francia.
Las repercusiones en Europa.
3.3. LAs RE VOLUCIONES DE 1848.
La revolución de 1848 en Francia.
Las repercusiones en Europa.
4. EL LIBERALISMO TRIUNFANTE.
El triunfo del liberalismo en Europa en la segunda mitad del s. XIX.
El modelo británico.
5. LOS NACIONALISMOS.
Los primeros movimientos nacionalistas.
5.1. LA UNIDAD ALEMANA.
El despertar del nacionalismo alemán.
Los primeros intentos de unidad.
Las guerras de unificación.
5.2. LA UNIDAD ITALIANA.
La situación de la península italiana en la primera mitad del s. XIX.
El proceso de formación del reino de Italia.
5.3. LOS NACIONALISMOS EN EUROPA ORIENTAL.
Polonia.
Las nacionalidades del Imperio Austrohúngaro.
LOS PAÍSES BALCÁNICOS.
APÉNDICE: NACIONALISMO EN LOS PAÍSES BALCÁNICOS EN EL S. XIX.
INTRODUCCIÓN.
Esta UD se concentra en la evolución política, dejando para otra UD los apartados de pensamiento político y económico relacionados con el nacionalismo y el liberalismo.
Un resumen.
La Europa de la Restauración.
En el Congreso de Viena (1814-1815) las principales potencias europeas se reunieron para acordar el nuevo mapa político de Europa. Francia volvió a sus fronteras de 1792 y muchos de territorios fueron anexionados a los vencedores, principalmente Rusia, Prusia y Austria.

Los principios ideológicos de la Restauración fueron: el equilibrio de poder entre los países, el retorno al Antiguo Régimen, la legitimidad de las monarquías absolutas, la negación de la soberanía nacional y el derecho de intervención para mantener la situación, por lo que Rusia, Prusia, Austria y la nueva Francia borbónica crearon la Santa Alianza (1815), que podía enviar fuerzas militares en los países donde el absolutismo fue amenazado. Pronto tuvieron que afrontar los peligros del liberalismo y el nacionalismo.
1. EL LIBERALISMO.
El liberalismo europeo continental después de 1815.
El liberalismo se mantuvo vivo en el continente europeo después de 1815. A pesar del Congreso de Viena y de la Restau ración, los principios de la Revolución Francesa no habían muerto. En todos los países europeos persistían grupos políticos, más o menos numerosos, que defendían las libertades de los ciudadanos, por lo que se les denominaba liberales. En los años inmediatamente posteriores a 1815 casi todos los gobiernos (menos Inglaterra) persiguieron a los liberales, en su mayor parte intelectuales y burgueses, por lo que estos se vieron obligados a organizarse en sociedades secretas, donde discutían su ideología y, a veces, preparaban golpes de Estado.
1.1. ORÍGENES DEL LIBERALISMO DEL XIX.
Los orígenes del liberalismo estaban en las ideas de la Ilustración y la Enciclopedia (Locke, Montesquieu, Voltaire, Diderot, Rousseau), y el ejemplo del parlamentarismo inglés y de la Revolución Francesa.
1.2. SIGNIFICADOS DEL CONCEPTO LIBERALISMO.
La ideología liberal pretendía establecer monarquías parlamentarias, en las que se ejercería la soberanía nacional mediante una Constitución y se limitaría el poder real a través de la división de poderes. Eran ideas que estaban presentes ya en Gran Bretaña y en la Revolu ción Francesa y que se mantuvieron sin grandes cambios hasta que la industrialización provocó cambios sociales y la aparición del proletariado como una clase amenazante.
Esto hizo que el liberalismo se adaptara, porque tenía contradicciones:
- Por un lado, el liberalismo era revolucionario porque deseaba la destrucción del Antiguo Régimen.
- Pero, por otro lado, el liberalismo era conservador porque la burguesía liberal trataba de defender sus intereses y derechos, sobre todo el de la propiedad, frente a las clases trabajadoras. Esto lo realizó mediante la negación del sufragio universal, pues concediendo el derecho al voto sólo a los que tienen un determinado nivel de riqueza o de cultura (sufragio censitario).
1.3. TIPOLOGÍAS DEL LIBERALISMO
Estas tendencias contradictorias dan lugar a la aparición de diversos grupos liberales.
- Los partidarios de restringir las libertades y el derecho al voto, en beneficio de la burguesía, son los liberales moderados.
- Los que pretenden mayores reformas, en beneficio de las clases populares, reciben el nombre de liberales progresistas (en España también “exaltados”) y de sus filas y de su acción política surgirá la democracia parlamentaria, que pide la soberanía popular, lo que supone el sufragio universal, la ampliación de las libertades y el régimen republicano, en vez de la monarquía parlamentaria.
2. EL NACIONALISMO.
Paralelamente al liberalismo y relacionándose con él en muchas ocasiones, se extiende por Europa el nacionalismo, por los mismos motivos: el impacto de la Razón y de las guerras napoleónicas, además de la necesidad de crear grandes mercados nacionales para el comercio.
2.1. LOS ORÍGENES DEL NACIONALISMO.
El nacionalismo tenía sus orígenes en el fondo de los tiempos, pues siempre ha habido conciencia de pertenecer a una comunidad en contradicción con las otras. Pero con la Edad Mo derna el sentimiento nacional surgió entre la población y se consolidó con el tiempo. En el s. XVI ya había un sentimiento de ser francés, español, inglés, etc. Pero es en el s. XVIII y, sobre todo, en el XIX, cuando este sentimiento se interioriza, se teoriza, se siente hasta el punto de provocar guerras civiles e internacionales, revoluciones para crear Estados con una base nacional.
Esta ideología aparece en Alemania en la época napoleónica, bajo la doble presión de las ideas revolucionarias y del Romanticismo cultural, que exaltaba la libertad.
2.2. SIGNIFICADOS DEL CONCEPTO NACIONALISMO.
De las obras de los autores alemanes (Fichte, Schegel) de principios del s. XIX puede deducirse que el nacionalismo es un sentimiento cultural y político que considera que cada nación, o entidad histórica, debe constituir un Estado independiente. Según estos escritores la nación está compuesta por grupos humanos con unos vínculos comunes: la lengua, la cultura, la raza, los lazos históricos. Fichte sostiene en sus Discursos a la nación alemana (1807) que: ‹‹Todos los que hablan un mismo idioma hállanse unidos entre sí desde el principio por un cúmulo de lazos invisibles, porque pueden comprenderse unos a otros y se comprenderán cada vez con mayor claridad formando, naturalmente, un todo homogéneo››.
2.3. TIPOLOGÍA DE LOS NACIONALISMOS.
Un nacionalismo liberal y revolucionario.
El nacionalismo era un peligro para la Europa de la Res tauración, porque podía provocar la disgregación de los grandes Imperios, como Austria y Turquía, mientras, por otra parte, suponía el derecho de integración de los múltiples Estados de Alemania y de Italia. Esto explica que el nacionalismo hiciera suyos los principios del liberalismo y que ambas ideologías marcharan juntas en la mentalidad burguesa durante varios decenios.
Un nacionalismo conservador.
Pero ya desde el principio, en el pensamiento nacionalista surge una veta conservadora, legitimista, tradicionalista, que ve las raíces del pueblo en los mitos del pasado medieval, de la monarquía absoluta, de la religión cristiana (católica en Austria, luterana en Prusia). De este modo, una vez conseguida la unificación alemana e italiana hacia 1870, el nacionalismo se erige en ideología conservadora y antirrevolucionaria.
3. LAS REVOLUCIONES BURGUESAS DE 1820-1823, 1830 Y 1848.
La revolución de 1820 en España.
En 1820 comienza en España un proceso revolucionario y durante el Trienio Liberal (1820-1823) se promulgó de nuevo la Constitución de Cádiz de 1812, que limitaba el poder absoluto del rey Fernando VII y se promovieron importantes reformas liberales, tanto en la propiedad agraria como la legislación civil.
Las repercusiones en Europa.
Las repercusiones de la revolución española en Europa fueron importantes. El impacto llegó pronto a Italia, donde triunfó una revolución liberal en el reino de las Dos Sicilias, que adoptó como constitución la española, además de en Portugal y otros lugares. Finalmente, esta oleada revolucionaria provocó la reacción de la Santa Alianza, que intervino militarmente en todos estos países hacia 1823 para restablecer el orden tradicional y el absolutismo.
Esta oleada revolucionaria liberal se reúne y confunde con las revueltas nacionalistas en Grecia y las colonias españolas y portuguesas en América, que consiguieron la independencia en esa época.
3.2. LAS REVOLUCIONES DE 1830.
La revolución de 1830 en Francia.
En julio de 1830, en medio de una crisis económica, el rey disolvió la Cámara de diputados y retiró la libertad de prensa. Entonces se produjo un movimiento popular en París, dirigido por los liberales, en defensa de las libertades. La revolución, en tres días, consiguió que Carlos X abandonara la corona, que fue entregada a su pariente, el liberal Luis Felipe de Orleans.
Mapa de las revoluciones de 1830.
Las repercusiones en Europa.
Las repercusiones fueron inmediatas en distintos lugares de Europa, con varios levantamientos liberales y nacionalistas.
El alzamiento en Bélgica de los belgas (católicos y liberales) contra la monarquía holandesa (calvinista y absolutista) triunfó en agosto de 1830, con el apoyo de Francia y el reconocimiento de Gran Bretaña, creándose el reino de Bélgica.
La rebelión de los polacos contra Rusia fue duramente reprimida, y un factor importante fue la falta de ayuda exterior.
Lo mismo ocurrió con los movimientos liberales que estallaron en algunos Estados italianos, finalmente sofocados por los austríacos.
En España y Portugal, la influencia de la nueva situación llevó poco después al establecimiento de monarquías liberales.
Los liberales que dominaron en estos países de Europa Occidental en el periodo 1830-48, en general eran liberales moderados, que contaban con el apoyo de la gran burguesía, que temía las demandas económicas de las clases trabajadoras. Por ello, sólo concedieron el derecho al voto a las personas que gozaban de cierta posición. Desde el poder, esta burguesía contribuyó a crear industrias y a construir líneas férreas, lo que significó la propagación de la Revolución Industrial.
3.3. LAS RE VOLUCIONES DE 1848.
Esta crisis revolucionaria fue mucho más intensa y extensa que la de 1830, por dos razones:
- La radicalización de las ideas liberales. Frente a la alta burguesía liberal moderada, la pequeña burguesía y las gentes humildes de las ciudades deseaban participar en la vida política y conseguir mejores condiciones de trabajo. Es la democracia (un movimiento radical en la época), que defiende el derecho al voto de todos los ciudadanos.
- La crisis económica. A partir de 1845, unos años de malas cosechas en Europa provocaron hambre, carestía de alimentos y cierre de talleres. Los más perjudicados fueron los obreros y las gentes pobres de las ciudades. El descontento general fue aprovechado por los liberales demócratas para impulsar movimientos revolucionarios en distintos lugares de Europa.
Mapa de las revoluciones de 1848.
La revolución de 1848 en Francia.
Como en 1830, la revolución empezó en París. En febrero de 1848, la sublevación de la ciudad obligó al rey Luis Felipe a abandonar el trono. Se proclamó entonces la II República , con un gobierno de liberales y demócratas, en el que había incluso algunos socialistas. Una de las primeras decisiones del nuevo gobierno fue la proclamación del sufragio universal, la libertad de prensa y de reunión, y la abolición de la esclavitud en las colonias.
Fue votada una Constitución, que en lo político se basaba en dos poderes: una Asamblea legislativa y un Presidente de la República , que debía ser elegido cada cuatro años. Para oponer a los socialistas el partido conservador, que deseaba la restauración de la monarquía, eligió un camino intermedio: adoptar como candidato al príncipe Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón, quien resultó elegido presidente.
Las repercusiones en Europa.
A consecuencia del triunfo de la revolución en Francia, en marzo estalló una sublevación en Viena, lo que provocó un amplio movimiento revolucionario y nacionalista en todo el Imperio de Austria: mientras los austríacos exigían libertades, los checos, los italianos y húngaros reclamaban también la independencia. Se producía una yuxtaposición de liberalismo y nacionalismo. En los meses siguientes estallaron sublevaciones similares en Prusia y otros Estados alemanes, y en Milán y Venecia se produjo un levantamiento contra el dominio austríaco, con el apoyo del rey del Piamonte, que concedió una Constitución a su reino.
Pero el movimiento revolucionario europeo terminó en un gran fracaso, pues la nobleza, los militares y la alta burguesía ayudaron a los reyes para evitar que los liberales más exaltados tomaran el poder. El emperador de Austria, con el apoyo ruso, consiguió dominar la situación en todas partes. En Francia, finalmente, los burgueses ricos ayudaron al presidente Luis Napoleón a dar un golpe de Estado (1852), mediante el cual se proclamó emperador tras un referéndum, estableciendo un gobierno autoritario y conservador.
4. EL LIBERALISMO TRIUNFANTE.
El triunfo del liberalismo en Europa en la segunda mitad del s. XIX.
La consecuencia de las revoluciones burguesas fue que las ideas liberales se fueron imponiendo en los países europeos, por grado o por fuerza. A finales del s. XIX sólo un país importante de Europa, Rusia, seguía manteniendo la monarquía absoluta y la sociedad del Antiguo Régimen.
A partir de 1830 los políticos liberales fueron dando forma a un sistema de gobierno llamado democracia liberal parlamentaria, que acabó por consolidarse a finales del siglo XIX y principios del s. XX, cuyas características se conservan todavía: sufragio universal para la elección del Parlamento (y en algunos casos del Presidente de la República ), partidos políticos, poder ejecutivo responsable ante el Parlamento y elegido por este.
El modelo británico.
Las reformas políticas en Gran Bretaña fueron las más notables, actuando como ejemplo (junto al de los EEUU) para los demás países. El largo reinado de la reina Victoria (1819-1902) vivió el desarrollo imperial, económico y democrático. La igualdad para los católicos (1829), la reforma electoral (1832, 1867, 1884) ampliando el cuerpo de votantes a la burguesía y parte del campesinado y del proletariado, la alternancia de liberales (whigs) y conservadores (tories), el predominio creciente de la cámara de los Comunes sobre la de los Lores, la mejora (nunca satisfactoria) de la situación autonómica de Irlanda. El conservador Disraeli y el liberal Gladstone personificaron el sistema democrático y parlamentario británico.
5. LOS NACIONALISMOS.
Los primeros movimientos nacionalistas.
Las guerras napoleónicas exaltaron el nacionalismo en muchos pueblos europeos, y la Restauración fue un agravio al volver a la situación anterior y reforzó ese sentimiento, combinado con el liberalismo.
En toda Europa los pueblos dominados iniciaron movimientos políticos independentistas y al poco tiempo algunos empezaron revueltas para liberarse, sobre todo contra los imperios multiétnicos turco, austriaco y ruso. Los dos primeros grandes ejemplos fueron Grecia, Bélgica y las colonias españolas y portuguesas en América.
Grecia, un país de lengua propia y religión cristiana ortodoxa, estaba dominada por el Imperio Turco, de religión musulmana y un fuerte absolutismo, desde el final de la Edad Media. Los griegos pagaban impuestos elevados y estaban excluidos de los principales cargos administrativos, el que reunía las reivindicaciones liberales y nacionalistas.
En 1821 estalló la rebelión y en 1822 proclamaron la independencia. La represión turca fue terrible, con miles de asesinatos, lo que despertó la solidaridad de los liberales, nacionalistas y cristianos europeos, e incluso de las potencias absolutistas. La ayuda europea llegó de manos de Francia, Reino Unido y Rusia, que derrotaron a los turcos en 1827 y le obligaron a aceptar la independencia griega en 1829.
Bélgica, de mayoría católica y lenguas flamenca y francesa (valona) había sido integrada en 1815 en el Reino de Países Bajos, dominado por una Holanda de lengua holandesa y religión mayoritariamente protestante, regida por una monarquía absolutista. Las protestas liberales y nacionalistas, con el apoyo de Francia y Gran Bretaña, llevaron en 1830 a la independencia belga con una monarquía liberal.
Finalmente, desde 1810 a 1825 estallaron en las colonias españolas y portuguesas en América rebeliones que consiguieron finalmente la independencia.
5.1. UNIDAD ALEMANA.
El despertar del nacionalismo alemán.
La invasión napoleónica depertó el nacionalismo alemán, el pangermanismo, particularmente en Prusia. Fichte, con sus Discursos a la nación alemana (1807-1808) exaltó el espíritu nacional. El triunfo final en 1814 auguraba una nueva etapa histórica.
Alemania permaneció dividida después del Congreso de Viena (1815). Se creó la Confederación Germánica , con más de 30 Estados, en la que persistía la tradicional rivalidad entre Austria y Prusia, con dos dinastías enfrentadas, los Habsburgo y los Hohenzollern. Estos dos Estados eran muy diferentes. Prusia adquiría la Renania , lo que la convertía en una potencia industrial. Austria era un complejo conglomerado de nacionalidades. La unidad entre ambas era imposible.
Los primeros intentos de unidad.
El sentimiento nacionalista de la época napoleónica persistió e inspiró las sociedades secretas de los años 1820 y los movimientos revolucionarios de 1830 y 1848, pero los resultados fueron escasos, y acabaron en una dura represión.
En 1818-1834 se desarrolló una Unión aduanera (Zollverein) alrededor de Prusia, ampliada desde 1834 a casi todos los Estados alemanes del sur, lo que facilitó el comercio y la producción y asentó las bases de la unión política a largo plazo.
En 1848 el Parlamento de Frankfurt planteó la unificación, ofreciendo al rey de Prusia la corona imperial, pero la presión de Austria lo impidió. Aunque la revolución de 1848 fracasó, dejó muy vivo el sentimiento nacionalista y el convencimiento de la burguesía de que el progreso estaba en las libertades políticas y en la unificación territorial, que significaba la ampliación de mercados. Pero su fracaso supuso que la unidad no la hicieran los liberales sino los conservadores prusianos, lo que marcó el carácter del nuevo Estado alemán, demasiado militarista.
En este sentido, Ignacio Sotelo [Sotelo, Ignacio. Conferencia: La cuestión alemana. “Boletín Informativo”, Fundación Juan March, 212 (agosto-septiembre 1991) 27-32.] explica la cuestión alemana (el problema de su unificación y división, su implicación en dos guerras mundiales), entre otras causas, por el fracaso de la revolución liberal de 1848, en unir el país en una Gran Alemania liberal y democrática. No era posible integrar a Austria mientras esta tuviera un imperio multiétnico. La alternativa fue una Pequeña Alemania, frustrada y expansiva, fundada sobre el ideal de la “grandeza de la nación” y no sobre la “soberanía del pueblo”. Este ideal promovería los dos conflictos bélicos del s. XX. El miedo de las potencias a una Alemania unificada explica su división en 1945 y sólo la opción de una Europa unida, que diluyese su amenaza, ha motivado que se haya permitido su reunificación en 1989.
Bismarck, primer ministro (1862-90) del rey Guillermo I de Prusia (1861-88), reforzó el Estado y el ejército (organizado por Moltke) y planteó tres sucesivas guerras para lograr la unificación:
1) Contra Dinamarca (1864-65), en la que se ocuparon los ducados de Schleswig y Holstein, por parte de Prusia y Austria.
2) Contra Austria (1866). Las divergencias entre ambos países permitieron a Bismarck provocar el estallido de la guerra, muy breve, por la victoria del bien organizado ejército prusiano en Sadowa. El resultado fue la exclusión de Austria de Alemania. Prusia se anexionó todos los territorios que separaban Prusia de Renania y creó la Confederación de Alemania del Norte, que comprendía todos los Estados alemanes, menos cuatro en el Sur, que se negaban a unirse a la Confederación. Al mismo tiempo, Italia, aliada de Prusia, consiguió Venecia.
3) Contra Francia (1870). Bismarck planteó una guerra patriótica de todos los alemanes contra un enemigo común para conseguir por fin la unidad política. El enemigo sería la Fran cia de Napoleón III, rival política y económica, quien también necesitaba un triunfo exterior para consolidar su prestigio en Francia. El discutido nombramiento del rey de España permitió crear una situación bélica, con una declaración de guerra. Fue una guerra muy corta, con el ejército alemán mucho mejor armado y organizado, con más ferrocarriles para su rápido transporte. La invasión permitió aniquilar al ejército francés en Sedán y tomar prisionero a Napoleón III. Se proclamó la República en Francia, mientras las tropas alemanas llegaban a las puertas de París, que acabó rindiéndose. Prusia se anexionó Alsacia y parte de Lorena, creando un agravio que favorecería la I Guerra Mundial. La victoria hizo que los Estados del Sur decidieran su unión: en enero de 1871 Guillermo I de Prusia fue proclamado emperador de Alemania en la Sala de Espejos de Versalles.
Una Alemania muy poderosa surgía en el centro de Europa y, como decía el pensador Ludwig Dehio, era ‹‹demasiado débil para dominar el continente, pero demasiado poderosa para integrarse››. Solo la unidad europea en la segunda mitad del siglo XX disolvió esta causa fundamental en las dos guerras mundiales.
Bismarck fue el canciller de Alemania y dirigió con mano maestra su desarrollo político, económico (sobre todo industrial) y militar, junto a un sistema de alianzas que aseguraron su hegemonía europea y el aislamiento de Francia.
El crecimiento demográfico y económico de Alemania fue extraordinario: a finales del s. XIX tenía 60 millones de habitantes y era la segunda potencia económica europea, la gran rival de Gran Bretaña en los mercados internacionales, y con un naciente imperio colonial. La burguesía le apoyaba en su nacionalismo.
En el interior Bismarck afrontó dos enemigos: el catolicismo (primero la represión de la Kul turkampf y luego la transigencia) y el socialismo (con una avanzada legislación social). Moderado, no aspiraba a ampliar Alemania, pero cuando dimitió en 1890 por desavenencias con Guillermo II sus sucesores fomentaron un peligroso pangermanismo, uno de los factores posteriores de la I Guerra Mundial.
5.2. UNIDAD ITALIANA.
La situación de la península italiana en la primera mitad del s. XIX.
La unificación de Italia parte de una previa división en siete Estados independientes: el reino de Piamonte y el Lombardo-veneto (bajo dominio austríaco) al Norte, el de las Dos Sicilias en el Sur, los Estados Pontificios, Toscana, Parma, Módena. Sobre estas tres últimas Austria ejercía un protectorado.
La península italiana en la primera mitad del siglo XIX estaba dividida en siete Estados: al norte el reino de Piamonte con Cerdeña (reinando la dinastía del Saboya) y el reino de Lombardía-Véneto (de dominio austriaco), al sur el reino de las Dos Sicilias, y en el centro los Estados Pontificios del Papa, mientras que Toscana, Parma y Módena estaban bajo el protectorado austríaco.
En toda Italia había grupos liberales y nacionalistas (los carbonarios) que propugnaban la expulsión de los austríacos, la unión de Italia y el establecimiento de un régimen de libertades. Fueron reprimidos por Austria en los años 20. Nápoles, que en 1820 se había levantado y conseguido una Constitución según el modelo de la española de 1812, fue devuelta al absolutismo de los Borbones. La revolución de 1830 en Romaña, Umbría, Módena, Parma... también fracasó. Mazzini fundó la sociedad “Joven Italia” (1831), liberal, nacionalista y republicana, que reunió a los carbonarios y a la que se unió Garibaldi. Fue la vía opuesta a la monárquica propugnada por Cavour, que triunfó al final.
La revolución de 1848 sacudió Italia, con amplios sectores sociales que buscaban alcanzar la democracia y la unificación. El reino de Piamonte-Cerdeña (bajo la dinastía de Saboya) se liberalizó y dirigió la lucha contra los austríacos, pero fue derrotado en una breve guerra. El absolutismo se restableció en los Estados italianos, excepto en el Piamonte, que mantuvo la Consti tución en el reinado de Víctor Manuel II.
El proceso de formación del reino de Italia.
Piamonte fue el Estado que dirigió el movimiento, que tendría un doble cariz: liberador contra Austria, unificador de Italia bajo la dirección de Víctor Manuel II y de su primer ministro, Cavour.
Mapa de la unificación de Italia.
La unificación se produjo destacando cinco fechas:
- 1859. El Piamonte declara la guerra a Austria, contando con la ayuda francesa, pues a Napoleón le interesaba aparecer en la política europea como defensor de los nacionalismos. Después de las victorias de Magenta y Solferino se consiguió la liberación de Lombardía, aunque Saboya y Niza (de población francesa) fueron entregadas a Francia, por la ayuda prestada.
- 1860. El triunfo contra Austria promovió un movimiento nacionalista y patriótico. Se realizaron plebiscitos en Parma, Módena y Toscana, además de en las Marcas pontificias (Romaña, Umbría), que fueron favorables a la unificación. Poco después, Garibaldi, con un ejército de voluntarios, desembarcó en Sicilia y luego en Nápoles, y consiguió la caída del rey absolutista borbónico de las Dos Sicilias.
- 1861. Se reunió un Parlamento en Turín y proclamó el reino de Italia, cuyo rey era Víctor Manuel II. Quedaban todavía fuera del nuevo reino Venecia, en poder de Austria, y Roma, donde el Papa mantenía su poder con ayuda de tropas francesas, ya que ante la presión de los católicos franceses, Napoleón III se vio obligado a frenar el avance italiano hacia Roma.
- 1866. Italia intervino junto a Prusia en una guerra contra Austria. A pesar de las derrotas italianas, la mediación de Napoleón III hizo que Austria cediera Venecia a Italia.
- 1870. Las tropas italianas entraron en Roma, abandonada por los franceses, tras la caída de Napoleón III. La unificación se había completado y Roma pasó a ser capital del reino. El conflicto con el Papado no quedó resuelto hasta los acuerdos de Letrán de 1929, que reconocieron la independencia del Vaticano y la unidad de Italia.
Se había logrado la unidad política, bajo una monarquía constitucional, con un régimen de libertades políticas y económicas e Italia se convirtió en una potencia europea, con un gran desarrollo demográfico, pero se mantuvieron las diferencias entre el Norte industrial y el Sur agrícola.
5.3. NACIONALISMOS EN EUROPA ORIENTAL.
Polonia.
Dominada y dividida por Prusia, Austria y Rusia, conservó en la parte rusa un gobierno propio y su personalidad autónoma hasta la revolución de 1830-31 (repetida en 1863-1864), sofocada por los rusos, que impusieron una administración centralista rusa. En la parte alemana hubo un proceso de germanización que alentó por reacción el resurgimiento del sentimiento nacional polaco. El sector austriaco tuvo una amplia autonomía y no hubo grandes problemas.
Las nacionalidades del Imperio Austrohúngaro.
La germanización impuesta por Austria fracasó en Hungría y entró en crisis con la derrota ante Prusia en 1866, que cerraba el dominio de Austria en el sur de Alemania. Debía reorientarse hacia una monarquía danubiana para evitar que los húngaros, la nacionalidad más fuerte, se independizasen.
Por ello se llegó en 1867 a un Compromiso: nació Austria-Hungría, un Estado confederal unido por la monarquía constitucional e imperial de los Habsburgo, con ambos países en pie de igualdad, un gobierno común en Asuntos Exteriores, Guerra y Hacienda, y un reparto de sus esferas de influencia. Pero había muchas nacionalidades descontentas en su seno: bajo el dominio austriaco estaban los italianos del Trentino (Italia recuperó Lombardía y Veneto en 1859 y 1866), los checos (el grupo más importante de los insatisfechos) de Bohemia y Moravia, y los polacos de la Galitzia ; los pueblos dominados por los húngaros eran: eslovenos, croatas, serbios, bosnios, rumanos, ucranianos. Si se hubiera acordado una confederación de todos estos pueblos tal vez se habría logrado mantener la unidad confederal, pero sólo se hizo una división del esfuerzo de dominación y al final este sistema fracasó.
LOS PAÍSES BALCÁNICOS.
Estaban sometidos desde la Edad Media al Imperio Turco, que les sojuzgaba sin concederles apenas derechos.
Tras siglos de dominio turco, en oposición a Austria (que dominaba en el norte Hungría, Transilvania, Eslovenia, Croacia y Dalmacia) las revoluciones nacionalistas de la primera mitad del s. XIX llevaron a la independencia de Grecia (1829) y Serbia (1830, con soberanía parcial), con unos límites mucho menores que los actuales y la aparición de poderosas fuerzas nacionalistas y separatistas en el resto de los países eslavos de los Balcanes, que se expresaron constitucionalmente en forma de monarquías conservadoras (a menudo con reyes extranjeros sin una legitimación histórica, lo que provocó su debilidad). Su proceso de violenta separación del “enfermo turco”, la inestabilidad política y los conflictos de intereses marcarán desde entonces el devenir de los Balcanes, en medio de una disputa soterrada entre Austria (más tarde Austria-Hungría) y Rusia, con la vigilancia estrecha de las otras potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia).
Una oleada independentista llega como resultado de la guerra ruso-turca de 1876-1878, con los Tratados de San Estefano y Berlín, por los en esta época (1878-1882) Rusia y Grecia ganan territorios, se independizan Rumania, Serbia y Montenegro, alcanza la autonomía Bulgaria, y Austria-Hungría ocupa Bosnia-Herzegovina. Hubo desde entonces y hasta finales del siglo XIX varias modificaciones pacíficas de las fronteras, debido a los problemas étnicos, y algunos conflictos (en 1897 Creta se independizó temporalmente de Turquía, antes de integrarse en Grecia en 1908; Turquía obtuvo algunos territorios de Grecia).






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